Las mascotas y la salud mental en época de pandemia

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En estos tiempos de desafíos constantes, a diario nos vemos confrontados con lo impredecible que el fenómeno del COVID-19 nos trae. Dentro de las repercusiones que aún nos toca atravesar, me conmueve particularmente el modo en que fueron afectados nuestros vínculos y sus repercusiones en la salud mental. Somos seres sociales, y depositamos mucho de nuestro bienestar y equilibrio emocional en nuestros lazos y la posibilidad de encontrarnos.

Este virus nos obligó a tener que cuidarnos de los otros, obligados a la distancia social y por ende al aislamiento. Nuestros amigos, hermanos, vecinos, compañeros de trabajo, se volvieron potencialmente peligrosos. Nosotros mismos también para ellos. Prejuicios, juicios, paranoias varias. Malestar e incomodidad. Hacer bien las cosas, hacer mal las cosas, ¿qué hacer? muchos malos entendidos, encima sin garantía. Nada más desafiante para nuestra frágil humanidad que le gusta asentarse sobre la seguridad de lo conocido y previsible.

Pero más allá de esas interferencias en el lazo con el otro, el efecto de separación y distancia produjo serios inconvenientes en nuestro estado de ánimo. Algunos de estos se verificaron desde el inicio, otros con el correr del tiempo, tras el alivio inicial que podía incluso traer el “tomar un poco de distancia.”

Desde mi posición de psicoanalista, acompañar ubicando qué de lo singular se abre paso en cada uno sigue siendo un desafío. Experiencia inédita, una invitación a la creación continua y a seguir apostando a la subjetividad, al inconsciente, al deseo, pero con la injerencia de lo actual que se abrió paso de manera tajante en cada sesión. Solo comparable a lo que me atrevo a imaginar podría ser vivir una guerra.

Si bien cada caso tiene lo propio, la pandemia no discriminó al tocar fibras de lo mas sensibles: nos confrontó de manera directa con el miedo a la enfermedad, a la muerte, la soledad, al no saber. Nos arrinconó con lo incontrolable del entorno, también reveló lo descontrolado que nos habita frente a vernos impedidos o frustrados. “No me quiero morir” me dice una paciente de edad avanzada. Fueron pocas veces las que me he quedado sin palabras. 

Pero en consonancia, y casi al ritmo de la mutación del virus, se fueron poniendo en juego aspectos de lo mas novedosos e inventivos. Fue un tiempo de mucha creatividad, de despliegue del humor, de sacarse de encima lo viejo o en desuso, de aprender cosas nuevas, de rebuscárselas. Tiempo de puesta en forma, en todo sentido.  También se abrieron paso algunos caminos que bajo el peso de la normalidad habitual parecían entorpecidos. Pasaron cosas. Pasó de todo.

En este contexto que por momentos supera cualquier al mejor guión de ciencia ficción, las mascotas tuvieron una relevancia de lo mas particular. Ya habiendo transcurrido algún tiempo desde la fase inicial de esta pandemia, puedo resaltar que tanto en lo personal-familiar como en el caso del relato de mis pacientes, el contacto con los animales ha sido (y sigue siendo) un punto de rescate y resguardo. De la psiquis. 

Siempre han tenido, más o menos según el caso, esa preponderancia, pero me animo a arriesgar que las penurias pandémicas no han sido tan costosas si se tuvo la posibilidad de convivir con un animal.

Las mascotas no contagian

Capricho del destino o no, las mascotas no ofrecen un peligro para nuestra salud en términos de contagio. Todo lo contrario, terminan ofreciendo, a su modo, experiencias revitalizantes de las que estamos, no tan impedidos como al principio, pero si privados de algún modo. 

Cercanía, contacto estrecho. La mascota fue puente con la normalidad del estar cerca, recibir afecto no virtual, entrar y salir de casa. Tocar y dejarse tocar sin miedo, un verdadero privilegio. La posibilidad de seguir sosteniendo una rutina a pesar del caos doméstico que transformar nuestra casa en lo que haya advenido (oficina, escuela, consultorio, guardería, etc.)

Mucho se ha dicho acerca de los beneficios para la salud que trae vivir con un animal. También de lo que implica, y que no es para todos. Eso no tiene nada de malo. Pero es indiscutible que los animales nos ofrecen incondicionalidad, apego, el no juicio, no rencor, el no malhumor, todo lo que a ellos “no les pasa” con nosotros. Al contrario, solemos ser todo para ellos. 

Sentirse querido no es poca cosa. Esperado, acompañado. Sin la complejidad que el otro humano comporta. No hace falta aclarar, la mascota no reemplaza la relación con una persona, pero ofrece algo muy valioso, y que en muchos casos es la oportunidad, sino la única, para alguien de sentirse importante y querido. 

No todas las personas soportan las implicancias de vincularse afectivamente con otros, y muchas veces un animal es la única posibilidad de vehiculizar amor, cuidado, o un puente de socialización. Evitemos juzgar.

Recibimos de ellos eso que no sucede con otros vínculos humanos, o que no se da de manera tan simple. No es solo compañía. Hay ciertas características conductuales en las mascotas que no solemos encontrar en la gente que nos rodea, por que simplemente, somos distintos. Y tener esa experiencia es muy enriquecedor, y no me refiero a algo trascendental, se vive en lo cotidiano, en las pequeñas cosas.

Cada persona ubica a su mascota en un lugar determinado y establece con ella un vínculo que es singular, que depende de cada uno. Hay cosas que no se pueden generalizar, pero si es evidente el enorme sostén anímico que compartir la vida con un animal trae. Para algunos ayuda frente al vacío que puede generar el sentirse solo en casa, para otros es una manera de tener una vida mas activa, o vehiculiza expresiones afectivas que otro humano no lograría. Todos atributos que se vieron potenciados en estos tiempos de tanta privación y miedo.

Sostengo que el contacto con un animal hace bien, hoy mas que nunca. Ayuda, frente a otras situaciones complejas que tenemos que vivir como humanidad. Nos saca del aislamiento subjetivo. 

Por suerte no contagian, el covid no nos privó de nuestras mascotas. Reforzó nuestro vínculo con ellas.

Lic. Delia Madero

@pancha.madero

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